OPINIÓN
El Ratón Pérez
Bajo la almohada ha dejado un billete de cinco euros y una bolsa de golosinas
Con una gran sonrisa mellada, Carlitos me saluda; una bolsa de chuches en la mano y un -“ahora no puedo silbar”-mira mira… ¡ fzu, fzu…!
Recuerdo la perdida de mis dientes de leche, mis primeras experiencias para ir acostumbrándome a las pérdidas que en mi vida fueron llegando; las más tempranas se acompañaron de la ilusión que dentro de la mitología infantil llamábamos Ratoncito Pérez y que transformaba, durante la noche, mi diente perdido en un mágico regalo; al resto de las pérdidas que siguieron, mis padres, mis amigos… solo las acompañaron el sabor salado de las lagrimas sobre la almohada y su ausencia.
Un personaje que recoge dientes aparece en todos los países hispano parlantes como “el ratón de los dientes”, la misma tradición existe para los niños en casi todos los países de Europa, en Francia como “petite souris” o en Italia como “Topolino…Pero lo que quizás ya nadie se acuerda es como nació este personaje de ficción.
El origen más probable del ratoncito enlaza con un hada que proviene de un cuento francés del siglo XVIII de la baronesa d’Aulnoy: La Bonne Petite Souris(El buen ratoncito). Habla de un hada que se transforma en un ratón para ayudar a derrotar a un malvado rey, ocultándose bajo la almohada del mismo, tras lo cual se le caen todos los dientes
En España su introducción a las creencias infantiles se le atribuye al Padre Coloma, confesor de la Reina regenta María Cristina, quien en 1894 pidió al Jesuita que le escribiera un cuento para que el futuro Rey Alfonso XVIII que tenía 8 años y al que su madre llamaba cariñosamente “Buby” superara su pena por la pérdida de uno de sus dientes.
Luis Coloma presentó al Ratoncito como un personaje bonachón que muestra al “Rey Buby I” las miserias de los pobres, antes de depositar un toisón de oro en su ilustre lecho.
El ratón vivía con su familia dentro de una gran caja de galletas, en el almacén de la entonces famosa Confitería Prast, en el corazón de Madrid, no muy lejos del Palacio Real.
El pequeño roedor que se escapaba frecuentemente de su domicilio a través de las cañerías de la ciudad, despistando a los gatos, que siempre estaban al acecho, para recoger los dientes de leche de los niños, llegó a las habitaciones del pequeño rey y le permitió acompañarle en su recorrido hasta la casa de un niño pobre. El Rey Buby I impresionado prometió desde ese día, preocuparse por dar ayuda y consuelo a los desfavorecidos.
Coloma, pretendió aprovechar la ocasión para mostrar, a través de la habitual moraleja de los cuentos al futuro Rey Alfonso las dificultades de los demás y promover en la educación del niño una conciencia solidaria, dejando entrever que la verdadera recompensa para nuestras pérdidas está en la ayuda a los demás.
El Ratón Pérez, siempre ha supuesto para mí como el arco iris, la imagen esperanzada, de que siempre que llueve escampa, que nuestra actitud frente a las pérdidas son los verdaderos caramelos bajo la almohada, que mis problemas son nimios comparados con los de otras personas y que la solución para un mundo tan individualista como el nuestro pasa por una actitud solidaria con los problemas de los demás.
En el número 8 de la calle del Arenal de Madrid, domicilio donde Luis Coloma situó la vivienda del roedor hay una placa donde puede leerse: «Aquí vivía, dentro de una caja de galletas en la confitería Prast el Ratón Pérez, según el cuento que el padre Coloma escribió para el niño rey Alfonso XIII.» En un local del primer piso de este edificio existe un pequeño Museo del Ratón Pérez, en el que se puede contemplar a gran escala una reproducción de la caja de galletas donde vivía con toda su familia.