Susceptibilidades

Redactado por: Julian Calvo
18-06-17

Muchas veces me pregunto por qué ahora damos tanta importancia a lo que antes pasaba desapercibido. Quizás porque se ha impuesto el miedo a la confianza, por aquello de que somos mucho más materialistas que espirituales. Más egoístas que generosos.

No cabe duda que la susceptibilidad está alcanzando las cotas más altas de su historia, es fácil ver a la gente ofenderse con facilidad, reaccionar exageradamente y extremadamente sensibles a las acciones de los demás. Baste analizar objetivamente cualquier telediario.

Permitir que un ataque –real o imaginado– nos agobie, no solo nos hace sentir más pequeños y miserables además, reduce nuestra estima a la mínima expresión y nos convierte en una hucha de malos sentimientos. Sin embargo, canalizar los hechos por vías más cooperativas aporta una mayor satisfacción de las partes, sobre todo porque la susceptibilidad y sus consecuencias llenan esa hucha de inseguridad, de odio, de resentimiento, de desconfianza y de deseo de ataque/venganza, un coctel muy poco saludable para el bienestar personal y social.

Hay gente que se da cuenta que logra más uniéndose a quien le supera, que envidiándoles acumulando rencor. Conocí a una chica regordeta y poco agraciada, que en vez de odiar a las guapas, se unió a ellas con su gracejo… consecuencia?, pues que logró una gran autoconfianza y conocer a chicos a la altura de sus gustos y expectativas, en vez de hacerse pasota o renegada.

Efectivamente, percibo en las personas, cada vez menos sentido común, menos satisfacción y más arrogancia, pero también más miedo al rechazo, incluso a las bromas, con reacciones agresivas o vengativas contra aquellos por los que subjetivamente no se sienten bien tratados. Son demasiados los que ya no le ven ni el aspecto constructivo ni la gracia a las bromas o a las críticas, solo ven un ataque frontal que a veces no existe o si existe se puede reconducir a algo positivo si se prescinde de esa  torva forma de pensar, y a esa constante y agotadora defensiva buscando cualquier indicio que lleve a su personal sospecha de agresión, analizando cada gesto y cada palabra de sus imaginados enemigos, en busca de indicios y segundas intenciones. Este estado de continua vigilancia y defensa-ataque resulta agobiante hasta desarrollar la inevitable ansiedad. La rebeldía es una válvula de escape a tamaña presión. A su favor tengo que decir que con frecuencia se da con borricos que no observan la más elemental empatía, generosidad o educación.

La susceptibilidad pasa a ser sufrimiento cuando sostenemos que otros no nos respetan, que escupen nuestros derechos y sentimientos sin sopesar que gran parte de ese sentir procede de nuestra imaginación, de nuestro particular y respetable punto de vista, de nuestros miedos y complejos. Hay gente que en vez de sobreponerse a ello, prefiere sentirse víctima de humillación maltrato o desprecio y echarle la culpa a otro u otros.

Es malo que los demás te hagan sufrir cuando en realidad están ahí, para todo lo contrario si así lo decides. Se me antoja como fondo del asunto que hemos cambiado la humildad por la arrogancia, y en consecuencia el pedir por exigir y a pesar de lo que digan sus defensores, esto de ahora me parece cualquier cosa menos madurez.

jcalvom@hotmail.es

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