OPINIÓN
El “pastel” catalán
Si hay algo que hace grande a una nación, es su sentido de unidad, por encima de particulares intereses y puntos de vista. Apreciar todo lo que nos une y suavizar lo que nos separa. Obviamente, no todo el mundo lo entiende así.
Asistimos al intento de secesión de Cataluña, alarde independentista conseguido con el adoctrinamiento ideológico de varias generaciones que ha retorcido la Historia de España hasta convertirla en feroz odio a lo español, que ha contribuido a pagar sus estudios, que históricamente viene construyendo sus infraestructuras, fomentando su industria y comercio, no ha escatimado en política, imagen y asuntos internacionales que benefician a todos, ha participado en sus prestaciones sociales, ha soportado con generosidad y paciencia su sistema político y administrativo, sus soberbias, desplantes, corrupciones y engañifas.
Ya se hace difícil esperar sentimiento patriótico de un pueblo que en parte, solo va a lo suyo, que su abultada deuda la tenemos que soportar los demás, que tradicionalmente ha usado la integración para obtener mano de obra barata, que los beneficios de su producción los quieren sólo para ellos y que su lengua y cultura la tienen como elemento sectario, incluso necesitando ser interpretada cuando saben darse a entender en la lengua que nos une.
Cuando una comunidad ha sido tan favorecida como Cataluña, su agradecimiento debiera brillar… Desde la Guerra de sucesión (1703-1713), el proteccionismo borbónico a la industria y comercio catalán ha privilegiado el desarrollo de la región sobre el del resto de España hasta comienzos del S XIX, luego, la injusta protección arancelaria de su industria textil, a continuación, las dádivas de Franco, y finalmente los tapabocas económicos de los sucesivos gobiernos desde la Transición, han venido generando una burguesía por excelencia nacionalista, creadora de la iniciativa independentista, convertida posteriormente en clase política poseedora del capital, privilegios e inmunidad, clase que ha protagonizado en los últimos años, sonados casos de corrupción, como la de su primer president que astuto él, sostuvo que se sacaba más blandiendo la independencia que imponiendo el independentismo. Con los retales de CDC y UDC, fundó Convergencia (CiU), partido que en su día conquistó a los catalanes moderados, pero que mediática y desbocadamente se ha transformado en un radical PEdCAT independentista.
Como saben, CiU fue obra y gracia del mayor ladrón en términos coloquiales, y delincuente en términos jurídicos que jamás tuvo Cataluña: el mítico y antes sugerido ex Molto honorable Senyor Jordi Pujol. Y Artur Mas, su segundo de abordo y antecesor de Puigdemont, mucho tuvo que mirar a otro lado para no percatarse e incluso participar en las fechorías de la familia Pujol-Ferrusola, que en sus constantes visitas a Andorra, ya directa y presuntamente trasladaba los millones sisados a esa “Espanya que les roba” al principado, en coches oficiales con escolta policial y todo. Si bien recientes investigaciones revelan que los sistemas de evasión de capital y los paraísos fiscales de destino, son muy diversos y se hallan repartidos por todo el mundo mundial –como dicen muchos catalanes– Mucho da que pensar que Puigdemont proceda de esta dinastía política que en términos populistas vendrían a llamarse “casta”. Por tal, es curioso el decidido apoyo de la regidora podemita Ada Colau al independentismo burgués, y menos se entiende aun que de entre el enjambre de partidos y coaliciones de extrema izquierda de la formación violeta, la corriente anticapitalista, apoye a un nacionalismo independentista forjado y sostenido por una estructura capitalista.
La carrera al reparto del jugoso pastel electoral de Cataluña, ha comenzado.
Veremos qué nos depara la víspera de la lotería con semejante bochinche de partidos, treinta años de sometimiento ideológico en las aulas e instituciones y una tibia aplicación del 155 que no asegura unas elecciones limpias con TV3 y otros factores coaccionando las intenciones de voto dirigiéndolo a la independencia de un pedazo importante de España y del futuro común.