Admirable Isabel Gemio

Estrella de la televisión y de la radio, madre de dos hijos, dedica los mayores esfuerzos a ayudar a enfermos con disfunciones musculares

Redactado por: Julián Navarro
18-06-17

Un día inesperado, Isabel Gemio sintió en su propia alma lo que sucede a una madre cuando descubre que su hijo padece una enfermedad rara, cruel, incurable. Se le viene el mundo encima. Duda entre si es realidad, ficción, verdad, venganza del destino… hasta que reacciona, digiere el sobresalto y se rearma para luchar por esa persona que necesita más cariño, más cuidados, más protección.

Isabel Gemio había conseguido subir a la cima del éxito profesional y adoptó en 1997, junto a su marido, el cubano Julio Nilo Manrique, al pequeño Gustavo, que estrenó padres ilusionados y la promesa de un futuro amoroso. Esa promesa la mantiene su madre para él y para su hermano Diego, el hijo biológico de la pareja que nació dos años después. Pero cuando Isabel supo que Gustavo sufría una distrofia muscular incurable, removió cielos y tierras, buscó los mejores médicos y creó una fundación para ayudarlo a él y, a quienes son víctimas de disfunciones musculares. Premio a su trabajo y constancia, recibió el premio extraordinario San Benito Menni, que concede la Congregación de Hermanas Hospitalarias a personalidades que han destacado por su entrega a los demás. Ha firmado un convenio entre su Fundación y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas para el intercambio de estudios y tratamientos. No cesa de organizar actos benéficos para recoger fondos. Ha recaudado más de tres millones de euros que ha entregado para la investigación.

- La fuerza me la dan mis propios hijos. Gustavo se despierta con una sonrisa a pesar de que es dependiente para todo. Su hermano Diego le ayuda en lo que puede, aunque hay dos personas que se ocupan de que no le falte nada. Gustavo me cambió la vida para bien. Así tengo un objetivo por el que luchar siempre.

Cuarenta años atrás

En 1977 Isabel Gemio era una adolescente que tenía alas en la imaginación. Estudiaba el bachillerato y en las páginas de los libros buscaba una llave para abrir su futuro. En las noches de claro en claro, transportada por la fantasía, se veía como una mujer importante que saldría de Badajoz y conseguiría el trío de ases: éxito,  popularidad y prestigio. Después de las clases en el instituto acudía al Centro Dramático Extremeño para perfeccionar dicción y expresión corporal. No sabía dónde ni cómo, pero intuía que su camino en el mundo de la comunicación estaba trazado y sólo era cuestión de trabajar para encontrarlo. Su inquietud innata la llevó un día a Radio Extremadura y se ofreció para realizar un programa dirigido a los estudiantes. Ahí comenzó su brillante carrera.

Su pueblo natal, Alburquerque, y su comunidad, Extremadura, le quedaron pequeños a sus sueños profesionales. Oía todas las mañanas en la Ser a su ídolo,  Iñaki Gabilondo y la voz del gran periodista guipuzcoano la transportaba al mundo que ella quería, el de las mágicas ondas de la radio, el de los estudios encristalados donde reina el silencio y una locutora lanza sus palabras al aire para que lleven a millones de personas anónimas un mensaje de amor, esperanza, solidaridad, o, simplemente compañía que mitigue la soledad, una de las peores plagas de nuestra época. Eso buscaba Isabel Gemio y eso encontró, merced a las emociones que transmite su voz inconfundible, que juega con las palabras entonando las sílabas casi como si fueran notas de un pentagrama.

Desde Extremadura se trasladó a Cataluña, se puso como nombre de guerra el de Isabel Garbi y comenzó a tener seguidores que escuchaban sus programas como “Cita a las cinco”“El diván” o “La chica de la radio”.

Lejos de su tierra, cuando tenía 25 años, conoció en Barcelona a un maestro de la radio, Luis Arribas Castro, y a su lado aprendió Isabel los secretos del micrófono, las reacciones de los oyentes sin rostro, que, con sus preferencias, pueden llevar a una locutora al éxito o al fracaso. Ella triunfó y junto a su maestro vivió una discreta convivencia durante nueve años, hasta 1995 en que se distanciaron. Por estas fechas, Isabel Gemio se había convertido en “Reina de la televisión” con su programa “Lo que necesitas es amor”, al que siguió, todavía con mayor éxito “Sorpresa Sorpresa”. Cuando Luis falleció, en 2006, Isabel Gemio estuvo a su lado y siempre ha tenido palabras de afecto para el que fue querido y fiel compañero.

Isabel y los hombres

Como todas las mujeres y todos los hombres, Isabel Gemio ha tenido un amor imposible: se llama Jimmy Giménez Arnáu. Los dos intentaron llevar adelante una relación seria, pero sus caracteres chocaban continuamente. Se admiraban y se admiran con respeto, por eso nunca ha trascendido lo que pudo haber sido y no fue. Cuando se les pregunta por ello, Jimmy dice: “Isabel es una gran mujer”. E Isabel responde: “Jimmy es un caballero”.

Isabel y Julio Nilo Manrique, un marido de ida y vuelta

En enero de 1997 Isabel Gemio se enamoró hasta los huesos. Ocurrió en Cuba. Ella tenía 36 años recién cumplidos y él, 28. Se llama Julio Nilo Manrique Roldán. Hace 20 años era un chico delgado, musculoso, guapo como un galán de cine, adornado con una coleta de pelo ondulado, buen conversador y acostumbrado a ser mimado por las mujeres, que le ayudaban con dólares americanos. Un hombre de espíritu volandero con un amor en cada esquina. Isabel se equivocó como después demostrarían los acontecimientos. Nilo salía adelante como artesano de la madera. Hacía figuritas que vendía a los turistas. Se dejó querer por nuestra protagonista, que le prometió apoyo y le propuso venir a España, donde podría desarrollar su trabajo artístico. Nilo Manrique vio la oportunidad de salir de Cuba, de vivir como un señor, y aceptó todo lo que le propuso Isabel, incluso casarse con ella, dejando en La Habana  a la chica que convivía con él y al hijo pequeño que tenían.

La boda civil se celebró tres meses después de conocerse. Fue en San Sebastián de los Reyes (Madrid). Y poco más tarde adoptaron a Gustavo. Isabel tenía prisa por beberse toda la felicidad que le había caído del cielo. Era la mujer más dichosa del mundo. Y dos años después, en enero de 1999, nació su hijo Diego. Como Nilo no venía para casado, en 2002 propuso separarse temporalmente, “durante un año para pensar en el futuro”. Así lo hicieron. Pero Isabel, con su sexto sentido, intuyó que ahí empezaba el final de su etapa plena y dichosa. En 2003 volvieron a convivir juntos, pero por cualquier motivo saltaban chispas. Y en 2005 se divorciaron. Mientras ella siempre tuvo palabras de respeto y afecto hacia él, el amigo Manrique se ha dedicado durante varios años a hablar mal de su ex mujer en  los platós de televisión, siempre sin base, inventándose hechos ficticios para cobrar unos miles de euros. 

Tras el desengaño de Nilo, Isabel Gemio intentó rehacer su vida sentimental junto a un empresario mallorquín llamado Javier Bennasar. Pero todo quedó en una sana amistad. Volcada en su trabajo en Onda Cero con el exitoso programa “Te doy mi palabra” y en la fundación que lleva la esperanza a muchos enfermos, Isabel multiplica las horas del día y es plenamente feliz al lado de sus dos hijos.  Se lo merece. 

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