OPINIÓN
Paz Padilla: Del cero al infinito
La actriz, que ha conquistado a chicos y mayores, está encantada en Villaviciosa de Odón donde vive en un precioso chalet
En los años 70 del pasado siglo, Mari Paz Padilla Díaz, una niña larguirucha y feliz de Cádiz, acompañaba a su madre al mercado para comprar huevos cascados y pan duro del día anterior, que se vendían más baratos. Eran los “equilibrios” que había que hacer con el escaso dinero que ganaba el padre para dar de comer a los siete hijos del matrimonio.
- A pesar de la escasez, el recuerdo que guardo de mi infancia es muy bonito. No teníamos lujos, aunque tampoco pasábamos hambre. Mi madre se organizaba para salir adelante.
Paz Padilla es hoy tan admirada y querida por los españoles de todas las edades que sube las audiencias de los programas de televisión en los que participa, como sucedió en el espacio de Bertín Osborne y en el de Planeta Calleja. Pero nada le ha caído del cielo. Trabajadora y sacrificada, logra lo que se propone con tesón y sin regatear esfuerzos.
- Desde niña tenía en la cabeza que mi porvenir estaba en un escenario o en un plató de cine o televisión. Como he sido muy payasa desde pequeña, todo el mundo decía que había nacido con una gracia especial. Y es que se me ocurren unas cosas que hasta me río de mí misma. Y se me ocurren de rebote, sin pensar. El público me quiere mucho porque les ahuyento las penas.
Con ilusiones y sueños creció Paz en el seno de una familia numerosa y trabajadora. Su libro “¡Quién te ha visto y quién te ve, Mari!” ya descubre, desde el título, su lucha por la vida. Nunca se ha rendido. Ni cuando ha llorado a solas tras un divorcio, ni cuando le han vuelto la espalda en algún programa prometido. Desde los 18 años en que comenzó a trabajar como auxiliar de clínica en el hospital gaditano Puerta del Mar, conoce a fondo la ingratitud o el buen corazón de las personas.
A los 20 años voló sola. Se presentó a un concurso en la televisión de Canal Sur y los cazatalentos no la dejaron escapar. Comenzaron las galas y las actuaciones hasta 1994 en que su gracia se desbordó en el programa de Antena 3 “Genio y figura”. A partir de ahí, todo fue coser y cantar. Hasta ver su nombre recientemente en letras luminosas en una fachada de la Gran Vía de Madrid como protagonista de la comedia “Desatadas”. Ha sido la culminación, por ahora, de su carrera artística. Quería, además de triunfar en televisión, escalar hasta donde sólo llegan las buenas actrices, el teatro. Y estamos seguros que todavía dará mucho que hablar en el terreno de la interpretación por la variedad y calidad de sus registros.
Madre a los 27 años
Tenía 26 años Paz Padilla cuando conoció a Albert Ferrer, un representante artístico que vivía en Barcelona. Paz colaboraba en Crónicas Marcianas, se enamoró de Albert y quedó embarazada. En un principio le preocupó tener que apartarse del trabajo cuando su estado fuese más avanzado, pero venció su instinto maternal.
- Tener a mi hija Ana a los 27 años fue lo mejor que me ha ocurrido. Cuando vi su carita por primera vez me emocioné de tal manera que estuve llorando de alegría un día entero. Ana tiene ahora 21 años cumplidos el pasado mes de febrero y es lo que da sentido a mi vida. Cariñosa, estudiosa y trabajadora como su madre. Estudia Economía en Gran Bretaña. Ella no pertenece al mundo del espectáculo.
Un año después de nacer Ana, Paz y su representante se casaron. Por entonces nuestra protagonista vivió uno de esos momentos que se quedan grabados para siempre en la memoria. En 1998 fue pregonera de los Carnavales de Cádiz, su ciudad querida, por la que siente nostalgia a cada momento. Ser profeta en su tierra y verse aclamada por sus paisanos ha sido el mejor premio de su carrera.
-Allí están mis raíces, mis amigos, mi familia. Aunque ahora vivo muy feliz en mi chalet de Villaviciosa de Odón. Es un pueblo precioso a las puertas de Madrid.
Pero si bien los asuntos profesionales iban cada vez más boyantes, las relaciones de Mari Paz y Albert atravesaban por continuas crisis, hasta que en 2003 se divorciaron.
- Una noche, de buenas a primeras, me dijo que se le había acabado el amor y que nos íbamos a divorciar. No supe que contestar. Me pareció una catástrofe, pero aguanté y le contesté: “Muy bien. A mí también se me acabó el amor hace tiempo”. Se marchó de casa y quedé sola con una hija y mucho trabajo por delante. Cuando Albert venía a ver a la niña, que tenía 6 años, me ponía a cantar y a contar chistes para demostrarle que no me importaba, pero en cuanto se iba, me daba una “jartá” de llorar. Luego, el tiempo suavizó las cosas y ahora nos llevamos bien. Ana, nuestra hija, nos ha tenido siempre al lado a los dos.
Un amor reconquistado
En 1984 Mari Paz tenía 15 años y era alumna del Instituto de Cádiz. Un compañero, Antonio Vidal, un año mayor que ella, le tiró los tejos y vivieron el primer amor de sus vidas, ese amor juvenil en el que no se tienen más que ilusiones. Cuando terminaron el bachillerato, las circunstancias los separaron. Marcharon por caminos diferentes en busca de fortuna, como todos los muchachos. Mientras Mari Paz se convertía en una graciosa “cuentachistes” y se le abrían las puertas de la fama, Antonio se dedicaba a la política. Cada uno por un lado hallaron a su media naranja, se casaron, fueron padres, se divorciaron… hasta que en 2004 se volvieron a encontrar en Cádiz, libres como dos pájaros.
El viejo rescoldo de un noviazgo juvenil se encendió otra vez. Cada uno fue desgranando al otro los capítulos de su vida, con unas páginas en blanco y otras en negro. Treinta años antes eran dos niños, ahora dos adultos a quienes perseguían muchas horas de soledad. Era evidente que seguían queriéndose. Y no fue necesaria ninguna nueva declaración de amor. Aunque Antonio lo propuso y no le dio tiempo a terminar la frase.
- A mi me gustaría…
-¡Sí! –respondió Mari Paz.
Para celebrar el reencuentro se marcharon a la India. Mari Paz, que tiene la cabeza como un hervidero de ideas surrealistas, contrató en una agencia de viajes todo lo necesario, elefante incluido, para organizar una boda al estilo hindú.
- Como Antonio quería que nos casáramos en España, sobre todo para estar rodeados de la familia y los amigos, preparé otra boda con un buen convite y nos casamos en la playa de Zahara de los Atunes.
Durante 2017 Paz Padilla triunfó en los escenarios y abrió un bar en Villaviciosa de Odón, pero un borrón negro la inundó de tristeza.
- Fue la muerte de Chiquito de la Calzada, mi mejor amigo, mi mejor compañero desde que participamos en el programa “Genio y Figura”. Me ayudó mucho, me indicaba lo que debía o no debía hacer y los secretos para conectar con el público.
Chiquito de la Calzada quedó viudo. El mundo se le vino encima. Todos los días pedía a Dios reunirse pronto con su esposa. Paz Padilla iba a Málaga para consolarlo cuando tenía algún día libre. Poco antes de morir tras la operación de una angina de pecho, Chiquito le cogió las manos y, con lágrimas en sus ojos cansados de llorar, le dijo.
- Mari, ¡cuánto te quiero!
Para Chiquito de la Calzada Mari Paz fue como la hija que siempre quiso tener y que le negó el destino.