SOCIEDAD
Especial Fiestas 2017 – Nuestras Peñas I: Las Peñas de Villa, por Ana Higueras
Llegan las fiestas, y, como cada año, un cosquilleo se instala en muchos corazones, una algarabía profunda brota, conjunta, de muchos villaodonenses dispuestos a zambullirse en su semana grande cargados de ganas, amigos, ilusión y empuje.
Todo preparado: la sonrisa por delante, el alma a punto, las pilas cargadas, la experiencia que nos ha hecho aprender que en esta latitud el verano no acaba hasta que “La Sole” entra en la Iglesia, la predisposición a pasarlo bien, y, algunos, la camiseta de su peña.
Porque, ¿Alguien es capaz de imaginar unas fiestas sin peñas?
Si decimos “fiestas” (en plural, siempre en plural) salta el resorte, y la imagen evocadora que surja en cada uno (toros, baile, encierros, pólvora, aperitivos…) sin duda viene teñida con los colores distintivos de alguna peña, ya sea en nosotros o en el escenario.
Uniformarse, ponerse el atuendo de “pasarlo bien”, ayuda a meterse en el papel, a creérselo aún más, a sentir algo realmente importante: que somos parte, que participamos, que conformamos algo que va más allá de nosotros, y de lo que, además, nos sentimos orgullosos (no en vano contamos con la mejor Pólvora del mundo mundial…)
Y es que formar parte de algo, significarse, uniformarse, implica, ante todo, Participación e Inclusión. Corren tiempos de individualismos y soledades, de ocios privados y escaso uso del espacio público. Es por eso que siempre llena de alegría un pueblo en fiestas, ese paréntesis de luz coloreado por los diferentes atuendos de las distintas peñas.
Peña: define la RAE, en las acepciones que nos ocupan:
3. f. Corro o grupo de amigos o camaradas.
4. f. Círculo de recreo.
5. f. Grupo de personas que participan conjuntamente en fiestas populares o en actividades diversas, como apostar, jugar a la lotería, cultivar una afición, fomentar la admiración a un personaje o equipo deportivo, etc.
“Participar conjuntamente”, eso, en definitiva, es ser y hacer pueblo, ¿no? Eso es conjugar el yo y el nosotros, el todos y el ahora, el equilibrio maravilloso de compartir, de ser con el de al lado.
Diciendo esto la RAE, yo, localista feroz -y globalista convencida-, si digo Peña pienso Atlética o Volapié, digo Vaivas o Chismes, “nostalgio” Pañuelo, Bolingas, Centellas, Flotadores, o +de40.
Recuerdo Humo y recuerdo Gol.
Cada uno, claro, dentro de las categorías que se conforman en una palabra, nos vemos asaltados por imágenes y ejemplos de nuestro periplo personal. Así, habrá quien piense Amistad, Mostros, Resacas, Notas, Reumas, 13, Everertan, Expediente, Rastafari, Perchas, Lebrel, Tarambanas, Raquetitas,…
Y cada uno, además, desatará una emoción según su experiencia.
Para mí, como para muchos, una peña es el vehículo más cómodo para transitar el mundo-fiestas, es tu lugar y tu gente de referencia, el punto al que vas cuando, tras recorrerte, con unos y con otros, la carpa entera hoy, las calles antaño, “vuelves a casa”.
“Peñas” siempre evoca amistad, diversión, identidad, intención de participación y ganas de sumar disfrutando. “Peñas” sabe a nostalgia y a futuro, a bocata y bota de vino, chocolate con churros y cubata. “Peñas” suena a charanga y chunda chunda, a bombo y a platillo, a Paquito Chocolatero y los éxitos de cada verano. A megáfono y afonía, carcajadas y petardos.
“Peñas” es lugar de encuentro y reencuentro, posibilidad, risas, anécdotas; hoy es “la hora J”, el chupito interpeñas, siempre charlas increíbles, puestas al día, abrazos efusivos, coincidencia, participación, suma.
“Peñas” es excusa y detonante, un “¿cómo no voy a bajar?”, un “me acerco un momento y ya” que se acaba convirtiendo en la mejor noche de las fiestas.
Quienes hemos tenido la suerte de encontrar en una peña nuestro “lugar en el mundo”, ahora o en algún momento, contamos con un anecdotario amplio y divertidísimo, al que recurrimos miles de veces en conversaciones reiterativas en cuanto nos juntamos unos pocos, para deleite nuestro y, supongo, aburrimiento de los que no lo vivieron y llevan escuchando las mismas historias lustros.
Y es que tener un pasado común es tener una referencia sentimental que nos devuelve la sonrisa de entonces y el convencimiento de que, sin peñas, las fiestas no hubieran sido ni parecidas.
Las fiestas, como la vida, se construyen. Y la actitud es el motor y la esencia.
Así pues, yo, sin duda, tengo claro que peñas y fiestas conforman una familia de palabras, una relación de ideas, un “must”.
Y con esto no quiero decir que haya que formar parte de una, que obligatoriamente haya que enfundarse un polo rosa o una camiseta azul para poder exprimir toda la esencia de Villaviciosa en fiestas. Claro que no.
Lo que digo, es que abramos mente y corazón, seamos parte de una peña o no, y dejemos que las fiestas entren en nosotros como esa brisa necesaria recargapilas, que cada uno cojamos aquello que más nos llena o nos aporta y disfrutemos de ello, de la opción de la convivencia y el encuentro, la sorpresa y la diversión.
Digo eso y que hagamos, si es necesario, el pequeño esfuerzo de extraer lo bueno, que nos demos la oportunidad del disfrute por encima de cansancios, perezas y otros límites, que permitamos que nos sorprendan actividades -programadas o no-, en las que antes no hayamos participado, que sigamos disfrutando de lo que siempre ha sido gratificante para nosotros, y que seamos capaces de dar al otro esa misma opción, entendiendo que esto es una semana al año y que merecen la pena ciertas molestias e inconvenientes.
Digo, en suma, lo que he dicho siempre: que las fiestas, en esencia, son un estado de ánimo, y que actitud tiene mucho que ver con resultado, y convivencia con respeto: quedémonos con que las peñas son color, alegría, ganas de compartir y de estar. Seamos capaces, o intentémoslo, de no limitarnos con comparaciones, con el argumento muchas veces esgrimido de que Peñas (y fiestas) eran las de antes y que esto es otra cosa porque, sinceramente, todo cambia y se transforma y siento que probablemente tan Peña éramos los Vaivas cuando decidimos, con quince años, hacernos con un local y vestirnos de “verde vaiva” para exprimir las fiestas sin pisar por casa, como lo son ahora quienes ostentan el mismo nombre, con camiseta azul marino de letras naranjas, empujando un carro decorado por la plaza o en su lugar en las carpas.
Porque, que yo eche de menos días de encierros multitudinarios, de bombos y tambores, tardes de toros multicolores y las calles plagadas de peñistas en desayunos o aperitivos, no quiere decir que hoy las Peñas no tengan un lugar importantísimo en nuestras Fiestas, ni que yo siga disfrutando como una enana de cada momento de esta semana mágica. ¿Que es distinto? Vale. Y nosotros, y Villa, y el mundo.
Aún así, hay quienes siempre pensamos cómo hacerlo para lograr recuperar esa esencia de “ni de coña me pierdo ni un segundo de lo que haya esta semana”, cómo conseguir que las peñas (los “jóvenes”) participen más del día. Pienso, le doy vueltas, debato, aporto, me contradigo, intento entender que no son las fiestas ni las peñas, sino la vida la que es distinta -ni mejor ni peor, diferente-, no encuentro recetas mágicas, insisto en que quienes son mayoritariamente futuro han de plantearse qué es lo que demandan, que los demás hemos de escuchar y tener en cuenta, me preocupo por pensar que puede que no hayamos sabido transmitir lo que antes significaba fiestas, otras veces me limito a disfrutar y todo me parece genial, y, ante todo, defiendo a ultranza que habrá que sentarse y ver cómo, pero siempre desde el entendimiento y la comprensión de que quizá el ocio es lo que he cambiado, o las posibilidades, los intereses y el sentido.
Yo, personalmente, que no me pierdo un encierro ni un aperitivo, tampoco concibo las fiestas sin las Peñas: constituyen sin duda el lugar de encuentro, de coincidencia, de algarabía y disfrute. De intercambio entre aquellos que, en otra latitud y tiempo, no solemos coincidir: villaodonenses más jóvenes que se “inician” en esto, “clásicos”, antiguos vecinos que se fueron pero que, marcados inexorablemente por aquellas fiestas míticas de antaño, siguen volviendo domingo o lunes noche a la espera de encontrar algo y a alguien de aquellos días,… y es que para esto no hay edades, sino, quizá, un gen del deleite, una predisposición al disfrute, la certeza de que compartir aporta, y da motivos, y enriquece.
Y eso, sinceramente, es lo que no podemos dejar perder: si entre todos nos desanimamos, si dejamos de participar de día y de llenar de noche, resultará, ciertamente, que no tienen sentido muchas cosas, dejaremos que el virus de la duda se infiltre y nos haga plantearnos desde el fracaso cualquier cuestión relativa a esta semana que ha de ser bálsamo y oasis, abrevadero y motor.
Así que a ello, a por las Fiestas 2017, a recibir esta semana con el alma en pompa, con actitud y ganas, viviendo el día a día, disfrutando las cosas pequeñitas que hacen grande la vida, luciendo camiseta de Peña o galas de domingo, pero sintiéndonos y siendo parte.