OPINIÓN
Psicópata II
Munich, cervecería Hofbräukeller, 16 de octubre de 1919: como de la nada, de entre la muchedumbre allí congregada celebrando un mitin del pequeño Partido Obrero Alemán (DAP), surgió una estridente voz que acabó pronunciando un encendido discurso que impresionó a aquellos veteranos resentidos, sedientos de revancha tras asumir Alemania la derrota en de la I Guerra Mundial y posterior crisis en todo ámbito.
Era un impetuoso joven, de oficio Verbindungsmann, o espía de la policía, un comando de inteligencia del ejército, donde anidó de chusquero porque no daba para más.
Viendo mejor porvenir en la política, se afilió al DAP y una vez que lideró su cúpula, lo refunda como el Partido Nacional-Socialista Obrero de Alemania en abril de 1920. Enseguida constituye grupos de voluntarios que atacan a la oposición y a quien dificultase su avance.
Desde que se proclamase la república democrática de Weimar, Alemania era un caos social, donde no faltaban los golpes de estado de todo signo y la celebración continua de convocatorias electorales que parecían no contribuir a otra cosa que a agravar la crisis , que este magnífico agitador de agitadores supo aprovechar a su favor prometiendo entre otras cosas suspender el pago de las indemnizaciones impuestas en la paz de Versalles, generar pleno empleo, acabar con la corrupción y controlar a los ricos (que mayormente eran judíos).
Aquel clima convulso, era propicio para hacer germinar las falsedades, los odios y las promesas imposibles que arrancaban el aplauso de un pueblo desorientado por la crisis, algo que el nuevo NSDAP liderado por aquel iracundo hombrecillo austriaco de característico bigote, supo difundir con una eficaz propaganda social, instalándose en la mayoría de los medios de comunicación y en los servicios de inteligencia que le informaban de cada movimiento de sus rivales. Además, la posición parlamentaria de este partido lo situaba como aliado perfecto de otras formaciones para establecer pactos de gobierno en un complicadísimo mapa político.
Desde los comicios de diciembre de 1924, su partido entra en una decadencia que dura hasta 1929. Si bien, durante esos años, intensifica su estrategia de infiltración institucional, y de reeducación popular apoyado en el eficaz aparato propagandístico de Goebbels a través de los medios de comunicación de aquel entonces, logrando una decisiva manipulación de la opinión pública, mientras organizaba una poderosa fuerza paramilitar y fichaba a otros perturbados psicópatas que en muchos casos fueron aniquilados cuando dejaron de serle útiles.
En 1929 comienzan a sentirse los efectos de la gran crisis mundial, conocida como “la Gran Depresión”, pánico que aquel narcisista supo canalizar a su favor usando su poderosa, seductora y delirante retórica embustera. Fracasado su intento de tomar el poder por las bravas en noviembre de 1923 y frustrado posteriormente su intento de imponerse en las urnas por mayoría absoluta, decide la “estrategia de la legalidad” para ascender al amparo de los pactos, los decretos y la democracia, adhiriéndose a las normas constitucionales y electorales para una vez conseguido el poder, destruirlas y erigirse en Führer o líder supremo.
Desde la irrupción de aquel psicópata que jugaba a ser un dios, el auténtico Dios, vino cada Navidad a ofrecer la esperanza de la liberación de aquel infierno, que 12 años después quedó dolorosamente grabado en la conciencia de esta humanidad de tan mala memoria. No lo olvidéis. Feliz Navidad.
Continuará…