OPINIÓN
Psicópata III
En marzo de 1930 el centrista Heinrich Brüining fue nombrado canciller alemán por el presidente Von Hindenburg, pero la enorme inestabilidad parlamentaria le hizo convocar nuevas elecciones que en septiembre convierten al partido Nacional Socialista en la segunda fuerza política y al partido comunista en la tercera, entre un mapa político tan fragmentado que colapsó el sistema democrático.
A finales de 1931. el empoderado Adolf Hitler, con aires de grandeza, se reúne con el canciller y el presidente sin ser posible alcanzar ningún acuerdo, tras lo que Hindenburg comenta jocoso a Brüining “Es un curioso personaje que podría llegar a ser Ministro de Correos, pero ciertamente no un Canciller”. Desgraciadamente se equivocaron porque Hitler era mucho más desaprensivo, astuto, rápido y manipulador que ellos.
El desequilibrio político crecía y apenas en un año, sin poderse conseguir una estabilidad política que hiciera al país gobernable, el canciller Papen, antes de ser depuesto por una moción de censura, convoca nuevas elecciones para noviembre, las terceras de 1932. Hitler perdió millones de votantes pero se mantenía como segunda fuerza política y creyendo los demócratas que ello dividiría al partido Nacional Socialista o nazi, Hitler es nombrado vice-canciller en diciembre, y en enero del año siguiente, con la sagacidad que le caracterizaba, logra ser nombrado canciller. Quienes apoyaron esta iniciativa pensaron que admitir a una minoría nazi en el gobierno, era tenerla bajo control a favor de sus intereses sin deparar que quien convive con radicales acaba devorado por los mismos. Efectivamente, a las pocas semanas, el nuevo canciller lo demostró y como buen psicópata, era mucho más sagaz y práctico que ellos, porque su ascenso le permite aprobar rápidamente leyes que le blindaban en el poder, toda vez que muchos de quienes le ayudaron en su vertiginoso y sucio ascenso fueron asesinados, confinados o huidos al exilio.
Ente tanto, el futuro dictador tenía que seguir tratando con el Gobierno, pero como la política es la política, la oposición demócrata cometió el craso error de fortalecerle no poniéndose de acuerdo para formar un frente común contra este peligroso narcisista, sentenciando así al país a una de las más criminales de las represiones de la Historia del mundo, sólo superada por el comunismo.
Al mes, ya en aquel fatídico año bisiesto que fue 1933, arde el Reichtag (Parlamento alemán) – siniestro, aún sin aclarar – y al día siguiente se aprueba un decreto presidencial “para la protección del pueblo y del Estado”. El texto lo elaboran líderes del partido con deliberada ambigüedad para que en su momento fuera eficaz contra toda oposición del régimen nacionalsocialista. Se publica el mismo día en que Hitler presiona y convence al anciano presidente Von Hindenburg sobre la inminente amenaza del partido comunista, haciendo uso del art, 48 de la Constitución, que le habilita para tomar decisiones y salvaguardar la seguridad pública.
Las leyes habilitantes, habitualmente consentidas bajo la complicidad de partidos minoritarios a cambio de pequeñas o grandes concesiones, son extremadamente peligrosas porque aprobando decretos ley, acaban rompiendo las constituciones, y con ello el Estado de Derecho, como logró recientemente Hugo Chavez en 2007, tras mutilar la Constitución venezolana. Su eficacia radica en que cuando el pueblo empieza a ser consciente que se le viene encima una dictadura, ya es demasiado tarde, y la nación sucumbe bajo alguna amenaza que hacen al pueblo obediente junto a la escasez que lo mantiene mas preocupado por sobrevivir que por exigir sus derechos fundamentales… y millones e vidas quedan sometidas al líder psicópata.