OPINIÓN
¡Bendita inmigración!
La familia cada vez pinta menos en nuestro plano social, la lealtad conyugal o cualquier otra ya es casi anecdótica y la nobleza o el compromiso, algo novelesco. Los debutantes, por así decirlo, ya pintan más que los veteranos, las minorías que las mayorías, los disidente que el quórum, la autoridad va siendo algo del pasado y pito de sereno, pero claro, no me extraña, si quienes administran en vez de dedicarse a su labor, se empeñan en sisar lo que pueden… La costumbre empieza a arrinconarse en festejos y documentales sobre el folklore. El contorno de la sexualidad está cada día más difuso. Etcétera.
Parece que ya todo vale con tal de que se oponga a lo que valió siempre. Hasta los propios padres pueden exterminar a sus bebés antes de nacer… aquí cada quien hace de su capa un sayo por aquella máxima soberbia de “Ni amo ni Dios” – ¡Igualdad para todos, si señor! – . Y con todo, esta doctrina relativista se impone en las escuelas y se vive en los medios, en la calle y los grupos okupados por tal corriente. Estamos asistiendo en suma a una auténtica transversión de valores.
Por su parte y en términos generales, todo se mide ya en unidades monetarias e intención de voto ¿Qué quiere decir esto? que no damos cuentas a otro dios que al del dinero y al del poder, y aquí no se mueve un dedo si no están a la vista estos fines tan modernos.
Las consecuencias de estos egoísmos no se han hecho esperar: Ya está decreciendo la población de este maravilloso mundo civilizado, y ya estamos más divididos que nunca, todo el mundo quiere su tajada – ¡faltaría más! – .
A lo largo de la Historia el instinto social, la sabiduría providencial, o como lo quieran llamar, ha sabido corregir los errores humanos y la degeneración de las civilizaciones para su supervivencia. Culturas como por ejemplo la China o la musulmana que algunos consideran como invasoras portan unos valores mucho más naturales que los nuestros.
En la época colonialista, teníamos buena tecnología y mano de obra pero pocos recursos. Entonces, los “países ricos” tuvimos que buscarlos en los pobres imponiendo nuestro orden y sometimiento. Aquella ocupación colonial, está a punto de invertirse. Ahora nos necesitan ellos, Su sangre no vale menos que la nuestra y quienes estamos a favor de la vida, lo estamos antes y después del nacimiento del ser humano.
Las circunstancias y el equilibrio natural del mundo nos lleva a esta movida migratoria que estamos viviendo hoy: Nosotros les devolvemos el favor y ellos nos traen su sana forma de ser. Al menos, así lo percibo en el trato con ellos.
Tanto quienes vienen de Asia, como quienes vienen de África u otras partes del mundo, huyendo de la represión, la injusticia y la necesidad extrema, normalmente portan todo cuanto poseen, sólidos valores, ganas de trabajar y toda la conciencia que hemos ido perdiendo (con alguna excepción), algo que a la vista de nuestro panorama, no nos vendrá nada mal. Por descontado nos enriquecen con su aporte cultural, reponen un deseable nivel de natalidad para recuperar nuestra capacidad productiva. con su valiosa mano de obra y se formarán con el entusiasmo propio de la necesidad. Con todo, restaurarán el equilibrio entre el gasto y las contribuciones y fundamentalmente reponen muchos valores perdidos durante tantos siglos de prosperidad occidental. Además, su acogida e integración entre nosotros, dará al traste con los gobiernos y mafias que se lucran de su miserable condición.
Nuestra sociedad está embotada, corrupta y también acechada por quienes quieren prosperar a costa de nuestra ruina, por tal, es más necesidad que justicia y obligación que caridad compartir suertes, que de tanto progreso, vamos a pegar el pedo social. Ya urge asumir esta realidad, sin tonterías ni exageraciones.