MEDIO AMBIENTE
Filomena pasó por Villaviciosa
Una vez transcurrido algo más de un mes del paso de esta inusual borrasca, con nombre femenino de origen griego, podemos hacer balance del desastre natural que nos ha dejado.
Todos hemos visto y padecido los inconvenientes de una nevada insólita en estas latitudes, y es que desde 1971 no se producía una precipitación en forma de nieve similar en Madrid. Para muchos era la primera vez que veían algo de esta magnitud, y para los más mayores, ha sido algo que apenas recordaban.
No voy a comentar los problemas generados en infraestructuras viales, o el colapso generalizado de la nevada, sino del desastre ecológico que ha producido en las zonas arboladas, tanto urbanas, como en los bosques cercanos.
Sin duda, la especie más perjudicada por Filomena han sido los pinos, en nuestro entorno con predominio del pino piñonero (pinus pinea). Este árbol de hoja perenne ha sufrido una gran devastación, arrancados de raíz, ramas y troncos partidos. Han sido dañados, en su gran mayoría, debido a su capacidad para acumular nieve en las copas, y ceder bruscamente ante el exceso de peso, además de tener una madera más frágil y menos compacta que otras especies como la encina, el alcornoque o el cedro.
La parte más afectada en el entorno del Forestal ha sido el pinar de Prado Redondo, en el perímetro del castillo, donde parece haber pasado un tornado antes que una tormenta, y donde aún yacen las ramas caídas o colgadas peligrosamente en los árboles afectados, que han sido casi todos.
Nuestra joya, el Forestal, también ha sufrido daños (aunque menos de los que me temía) pues la variedad de especies ha servido para que no haya una concentración de árboles derribados o arrancados, excepto la explanada de las mulas, que ha resultado muy dañada y afectada, por la prevalencia de pinos. Dicho esto, hay otras especies afectadas como saucos, arces, encinas o cipreses, que han sido derribados por el temporal y cortan el paso en muchos de los caminos que tiene este lugar. Actualmente solo hay 2 empleados fijos para el mantenimiento de éste parque, y a fecha de hoy, uno está de baja, por lo que se hace impensable hacerlo transitable en meses, a no ser que el ayuntamiento tome medidas urgentes y contrate o destine personal a la limpieza y adecuación de este emblemático lugar. Confío en la sensibilidad de este nuevo equipo de gobierno y se pongan manos a la obra lo antes posible.
Por fortuna, los árboles catalogados de singulares con los que contamos en este entorno, no han sufrido grandes daños, y es un respiro observar los cedros del Himalaya, y el pino Carrasco del castillo en aparente buen estado.
El Monreal, prototipo de bosque Mediterráneo, donde abundan pinos, encinas, alcornoques y sabinas, también ha resultado muy afectado, y dar un paseo por ese lugar a los amantes de la naturaleza nos produce una gran desolación.
Las urbanizaciones del Bosque, Castillo y Campodón, con prioridad de pinos para su sombra y ornamentación, también han resultado muy perjudicadas, además sumando el peligro de ser zonas habitadas y de tránsito.
Filomena, nos ha dejado un paisaje arbóreo apocalíptico, pero la naturaleza tiene la capacidad, si la dejamos en paz, de regenerarse por sí misma, y en un periodo relativamente corto de tiempo, ésta borrasca habrá pasado a la historia de las anécdotas.
Termino buscando el lado bueno de Filomena, y como dice el dicho “no hay mal que por bien no venga”, esta copiosa nevada será de gran ayuda para regenerar nuestros sobre-explotados acuíferos subterráneos. A esto se suma que las heladas y el frío posterior harán mella en los nidos de orugas, y seguramente este verano suframos menos plagas de estos lepidópteros.
Filomena pasó, y confío, como recitaba Machado en su poema al Olmo Seco: “Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera”.